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Antes de sacarse los versos del alma, hay que sacarse el alma del culo. Esto escribió José Lezama Lima en su diario el 16 de enero de 1942. Luego de más de sesenta años de esta oración tajante, subversiva y misteriosa el acto poético continúa como arma de doble filo.
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Siguen por ahí los poemas plagados de corazones, angustias y vidas que se marchitan si no llena los besos. Eso está bien para el consumo interno de los amantes.. pero quién va escribir el poema del mutilado de guerra que maldice haber dado un paso en falso en la primera línea de combate ?
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Oír para ver no será la cuestión. Salir a la calle. Ver el estrato profundo de los nadie, los nunca, los sin lágrimas. Allí en la podredumbre puede estar la violenta flor de la verdad.
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Los hombres que hoy durmieron en un banco del parque y tuvieron infancia, libreta de abastecimiento, tal vez juguetes chinos hoy no tienen el poema que no le dará de comer pero será la manera de darle un lugar en historia.
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La poesía también tiene la obligación cívica de ocuparse de los otros héroes. No importa si es el zapato de Bagdad o de las Naciones Unidas. Nikita Kruschev & Muntazer al Ziadi han demostrado que lo inesperado puede mover al mundo.
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Así mismo la poesía tiene la obligación de cantar lo bello. Esa belleza que está en los que renuncian a todo, los que se marchan de su casa, los que se mueren porque sí, porque no era la hora pero ese día los relojes amanecieron rotos.
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¿Escribir sin alma? ¿Escribir con armas? Más allá de lo escatológico o libidinoso José Lezama Lima propone un ajuste de cuentas para con sus contemporáneos que no han cambiado mucho de casaca en los días de hoy.
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Están los que abren el diccionario y al azar buscan la palabra detonadora y de puro ardid construyen la pieza bonita, edulcorada, orlada con sílabas algunas veces desconocidas.
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Están los poetas que crían cerdos para sobrevivir. Hombres y mujeres que venden desayunos frugales a la salida de los hospitales o terminales de ómnibus y en las noches, luego de las noticias, se sientan en sórdidos sitios a sacarse el alma del culo.
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Se necesita el poema de las ciudades imposibles por sus desechos. Se necesita el poema de los que roban con camisas de cuello blanco y no pasa nada. Se necesita el poema de las muchachas que dan sexo por dinero. El poema de los que se traicionan así mismo. De los que se citan al amanecer para conspirar ya sea contra la primavera o contra el país.
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El poeta juega un papel demoledor y el texto está ahí, flota en las miserias y magnificencias que nos rodean.
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Tal vez resulte inapropiado citar junto a Lezama a Gabriel Celaya: Tal es mi poesía: poesía-herramienta / a la vez que latido de lo unánime y ciego./ Tal es, arma cargada de futuro expansivo / con que te apunto al pecho. Me arriesgaría que es otra manera de decir que es necesario dar una vuelta de tuerca a la hora de escribir.
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